Todos recordamos con cariño y afecto aquella película protagonizada por Jack Nicholson y Helen Hunt, Mejor Imposible. El argumento sencillo y a la vez entretenido, la vida y circunstancias de un solterón empedernido, escritor dominado por un característico y acuciante trastorno obsesivo compulsivo (TOC). En el teatro todavía se puede disfrutar de una comedia que trata este mismo proceso desde un punto de vista más hilarante y divertido.
Este trastorno pertenece al ámbito de estudio de la psiquiatría y podríamos definirlo como un proceso que genera en el individuo ideaciones y pensamientos repetitivos no sometidos ni a la lógica ni a la razón, que le obligan a su vez a generar conductas, actitudes y a plantear reacciones de carácter reiterativo en su vida diaria para evitar la ansiedad asociada y todo su cortejo sintomático en el caso de que no se satisfagan dichos pensamientos.
[blocktext align=»right»] Cada persona afectada desarrolla su propio TOC en base a su perfil individual y características personales y de su entorno.[/blocktext]
Un ejemplo evidente es el pensamiento relacionado con la falta de seguridad a la hora de cerrar la puerta del domicilio que obliga a comprobarlo una y otra vez, o la inseguridad acerca de si se han apagado todas las luces o cerrado los grifos o el gas cuando marchamos de casa, lo cual obliga a comprobaciones reiteradas que tratan de calmar la ansiedad asociada a la falta de seguridad y de confianza. En otros casos como en la película, la obsesión y la ideación compulsiva invita al individuo a realizar lavados repetitivos de las manos con pastillas nuevas de jabón cada vez, o el no pisar las líneas en las aceras, o la utilización de utensilios de una forma y con un orden determinado. En fin, que las ideaciones obsesivas y las actitudes compulsivas pueden llegar a ser de lo más variopinto, casi podríamos decir que teniendo como base el cuadro repetitivo y el síndrome de ansiedad. Cada persona afectada desarrolla su propio TOC en base a su perfil individual y características personales y de su entorno.
Los casos más graves pueden llegar a ser invalidantes y determinar una vida con bastantes limitaciones no solo en lo anímico, sino en lo social, en lo afectivo y como no en lo profesional, terreno este que puede verse afectado especialmente por la sintomatología asociada a este trastorno.
La ansiedad que suele acompañar a este síndrome viene acompañada por nerviosismo, sensación de estrés, cambios de humor, irritabilidad, taquicardia, palpitaciones, taquipnea, sudoración, sequedad de boca, trastornos digestivos, confusión, etc… pudiendo llegar a producirse angustia e incluso una crisis de pánico en los casos extremos donde la sintomatología se agrava y puede haber incluso sensación de muerte inminente.
El diagnóstico normalmente es sencillo, la historia clínica a partir de la entrevista con el paciente es fundamental, teniendo en cuenta que este trastorno puede verse asociado a otros procesos de índole depresiva o a trastornos de la personalidad que pueden confundir y complicar el proceso de identificación y determinación.
El tratamiento es complicado y siempre debe venir de la mano de un especialista, se basará fundamentalmente en tratar de controlar esa ideación y pensamientos repetitivos, para ello las técnicas conductistas junto a la terapia biológica específica para el síndrome de ansiedad serán los dos grandes aliados.