“El final de la vida se puede vivir como una experiencia de crecimiento personal en el que el paciente cierra la vida poniendo en orden todos sus asuntos pendientes y alcanzando una sensación de plenitud”, así lo considera la Dra. Rosa Díez Cagigal, médico de Cuidados Paliativos del Hospital de Laredo y Coordinadora Nacional del Grupo de Trabajo de Cuidados Paliativos de SEMERGEN.
A juicio de esta experta, que ha dirigido un taller sobre “Aproximación al sufrimiento en Cuidados Paliativos: las necesidades espirituales” en el marco del 36º Congreso Nacional de SEMERGEN celebrado en Bilbao, “para poder atender las necesidades de este paciente hay que tener en cuenta la dimensión espiritual y adquirir formación para explorarla y atenderla”.
El profesional sanitario que atiende a estos pacientes debe cultivar unas actitudes de hospitalidad, presencia y compasión. “Estas actitudes tienen un enorme poder sanador, en el sentido de poder facilitar a que los pacientes alcancen una experiencia de integridad y plenitud”, indica la Dra. Rosa Díez.
La enfermedad en fase terminal es el momento para el paciente de releer su vida, de reconciliarse, de encontrar sentido a la existencia, y ello se puede propiciar si el profesional sanitario es consciente de estas necesidades. “Si los médicos nos conformarnos simplemente con una formación en el manejo de los síntomas más frecuentes en el final de la vida no conseguiremos nuestro objetivo de lograr una muerte en paz para nuestros pacientes”, señala la Coordinadora Nacional del Grupo de Trabajo de Cuidados Paliativos de SEMERGEN.
La dimensión espiritual también es importante
Las necesidades espirituales se van modificando a lo largo de la vida y no se perciben ni se expresan de la misma manera las de una persona sana que las de una persona enferma y, además, la proximidad de la muerte las intensifica.En cuidados paliativos la muerte se aborda como un proceso biológico y también como un proceso biográfico. Así se debe atender, además de los síntomas físicos, a todo el mundo subjetivo del paciente, que incluye sus necesidades espirituales.
“Nuestro compromiso con los pacientes y sus familias debe ir más allá del objetivo de conseguir el mayor confort posible y debe dirigirse a conseguir una muerte en paz, lo que exige un nivel más elevado de atención e implica atender también a sus necesidades espirituales”, asegura la Dra. Rosa Díez.
El acompañamiento espiritual consiste en ayudar a la persona a sacar a la luz el anhelo, la búsqueda interior que todo ser humano tiene. Para hacer este acompañamiento al final de la vida se precisa que los cuidadores sanitarios aprendan a centrarse en la persona y no sólo en su enfermedad y en los síntomas. “Sólo una intervención integral que atienda a todas las dimensiones de la persona, incluida la espiritual, puede llegar a aliviar el sufrimiento”, explica la Dra. Rosa Díez.
Sufrimiento y dolor, dos cosas distintas
La enfermedad en fase terminal es una experiencia de deterioro progresivo, de dependencia y de continuas pérdidas. El enfermo experimenta la incertidumbre del qué le sucederá mañana y tiene miedos que muchas veces no expresa porque no hay un interlocutor que lo facilite. Por su parte, la familia muchas veces sigue actuando y viviendo todo el proceso, intentando ocultar la gravedad de la situación al paciente, estableciéndose lo que se denomina conspiración del silencio.
Todo esto genera en el enfermo y en su familia sufrimiento. “Se produce sufrimiento cuando se dan dos condiciones: el enfermo percibe la situación como una amenaza y, por otra, se siente impotente, sin capacidad de control sobre esa amenaza”.
Sin embargo, sufrimiento y dolor no es lo mismo. “Los profesionales que atendemos a estos pacientes y sus familias no debemos confundir el sufrimiento con el dolor o la depresión. El sufrimiento es un concepto más amplio y su abordaje necesita una formación específica”, aclara la Coordinadora Nacional del Grupo de Trabajo de Cuidados Paliativos de SEMERGEN, quien también considera necesario distinguir entre “espiritualidad y religiosidad; lo espiritual como universal humano es mucho más amplio y abarca, además del mundo de los valores, las preguntas por el sentido último de las cosas, mientras que la religión es un vehículo para expresar la espiritualidad pero no el único”.
Cuidar al cuidador
En el contexto del final de la vida, es el profesional sanitario la herramienta que se pone al servicio del paciente y es por ello que debe cuidarse. El contacto continuado con el sufrimiento puede desgastarle, erosionarle. Toda esta labor requiere que el profesional que acompaña haya realizado un trabajo personal de afrontamiento de sus propias pérdidas y haber desarrollado una conciencia sensible a las necesidades de la dimensión espiritual.
“Los profesionales debemos ser capaces de gestionar bien las propias emociones centrándonos en el momento presente, pensando antes de actuar”, apunta la Dra. Rosa Díez. Un buen sistema –aconseja, en base a su experiencia- es “aprender a conectar con la respiración de un modo consciente, esta conexión conmigo mismo ayuda a calmarme en momentos de tensión. Y no dejar de cuidarnos, realizando cada día alguna actividad que sea gratificante para nosotros”.