La prevención de las enfermedades infecciosas mediante las vacunas es sin duda uno de los logros de la sanidad y constituye uno de los aspectos de mayor importancia en la promoción y prevención de la salud.
Son muchas las enfermedades infecciosas que gracias a los programas de vacunación hemos podido controlar, e incluso algunas erradicar. Es por ello que se han establecido programas universales para garantizar la vacunación de la infancia, en primer lugar, y de los adultos en segundo lugar.

De hecho la mayoría de las vacunas son muy eficaces, su eficacia oscila entre el 90 y 100%, siendo muy difícil encontrar herramientas terapéuticas tan eficaces. Teniendo en cuenta que la eficacia determina de forma objetiva que una nueva fórmula de actuación profiláctica, diagnóstica o reparadora, es más útil y beneficiosa, que perjudicial o inútil, para los propósitos que se persiguen; que la efectividad supone la medida en que una forma eficaz de actuación puede ser aplicada a todos los individuos de una determinada población que podrían beneficiarse de ella y que la eficiencia establece la medida en que un determinado nivel de efectividad puede llevarse a cabo con un mínimo de gasto personal, medios y dinero; es fundamental realizar estudios para evaluar la efectividad de una vacuna una vez establecida la eficacia vacunal, “ya que al haberse realizado éstos en condiciones reales y no ideales, permiten predecir la efectividad de la vacuna en la salud pública”, afirman los expertos . “Sólo un tipo de diseño experimental, el ensayo clínico con asignación aleatoria de los individuos permite conocer la eficacia protectora de la vacuna, mientras que los estudios experimentales distintos del ensayo clínico y los estudios observacionales controlados se realizan para conocer la efectividad de la vacuna en la práctica de la salud pública” añaden.




