El estigma asociado al VIH es una de las causas del diagnóstico tardío y provoca soledad, baja autoestima, depresión, entre otras consecuencias. Las mujeres con VIH sufren mayor estigma debido a su estado serológico y se diagnostican más tarde que los hombres
El miedo a la discriminación es la mayor barrera para conseguir un diagnóstico temprano. El informe epidemiológico publicado ayer por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social muestra que el 47,6% de las personas tuvo un diagnóstico tardío, lo que eleva el riesgo de transmisión del VIH e implica un mayor riesgo para la salud de la persona.
“La tasa de diagnóstico tardío en España sigue sin descender, así como tampoco desciende el número de nuevos diagnósticos que alcanzará las casi 4.000 nuevas infecciones, tras el retraso de la notificación”, explica Ramón Espacio, presidente de CESIDA. “Tenemos claro que mejorar las estrategias de cribado es una de las acciones clave, para lo cual hay que contar con los centros comunitarios y organizaciones sociales, que tienen la experiencia y el conocimiento para asesorar sobre salud sexual”.
Otra estrategia que se ha demostrado muy efectiva es el uso de la PrEP (profilaxis pre-exposición), que desde el 1 de noviembre está autorizado su uso en hospitales, centros de ITS (infecciones de transmisión sexual) y algunos centros comunitarios especializados. “Ahora el reto es trasladar la PrEP a las distintas comunidades autónomas con sus distintas realidades y haciéndola cómoda y accesible para las personas candidatas, para que esta medida tenga un impacto positivo en la salud pública.”, reclama Espacio.
“Para terminar con el VIH necesitamos acabar con la serofobia, que es el prejuicio, miedo, rechazo y discriminación hacia las personas seropositivas”, denuncia el presidente de CESIDA, “Las consecuencias del estigma son graves, por un lado, hay miedo a hacerse la prueba del VIH, las personas desconocen su estado serológico. Por otro, se genera aislamiento social, soledad, baja autoestima, crisis de identidad o depresión en aquellas personas diagnosticadas con el VIH”.
Según CESIDA, la serofobia lastra la respuesta ante el VIH y está interseccionada con otros prejuicios asociados al género, la pobreza, la orientación sexual e identidad de género, el origen racial o étnico, la edad o a la sexualidad. “Este año queremos poner especial énfasis en las minorías más invisibilizadas del VIH y en todas esas personas, especialmente mujeres, quienes están más expuestas, debido a la desigualdad de género, a sufrir doble o triple estigma: por ser mujer y tener VIH o ser transexual o migrante o tener problemas de salud mental”, reclama Espacio. En algunas regiones, las mujeres que son víctimas de la violencia tienen un 50% más de probabilidades de contraer la infección por el VIH, como señala ONUSIDA.
nuevas infecciones al año en España
La transmisión del VIH por vía sexual en relaciones heterosexuales constituye el 85% de los nuevos diagnósticos. Además, las mujeres se diagnostican a una edad mayor y en una situación inmunológica peor que los hombres. Entre los nuevos diagnósticos de VIH en las mujeres, más de la mitad son mujeres inmigrantes. “Por ello, reivindicamos una sanidad universal y gratuita que favorezca la atención a las personas migrantes, que aún hoy tienen dificultades en algunas Comunidades Autónomas para el acceso al sistema sanitario público”, concluye CESIDA.
En 2018 se aprobó el “Pacto social para la no discriminación asociada al VIH”, presentado por María Luisa Carcedo, ministra de Sanidad, y Grande-Marlaska, ministro de Interior, y con Julia del Amo, directora del Plan Nacional sobre el Sida. Este documento ha servido de empuje para muchos cambios legislativos, entre otros se ha iniciado un proceso para eliminar la exclusión de las personas con VIH a ciertos puestos de función pública, que se espera que termine en 2020.
Además, esta semana el Consejo Interterritorial de Sanidad y Servicios sociales ha acordado iniciar medidas en las CCAA para emitir instrucciones que eviten la discriminación en el acceso a centros residenciales de personas con VIH, al existir residencias, tanto públicas como privadas, que impiden el acceso a personas seropositivas.