La depresión resistente al tratamiento se asocia con una peor calidad de vida, mayor comorbilidad, discapacidad social y ocupacional y peores resultados terapéuticos.
Investigadores del CIBER de Salud Mental dirigidos por su director científico, Eduard Vieta (Hospital Clínic-IDIBAPS) y por Víctor Pérez Sola (Hospital del Mar-Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas), con la colaboración del CIBER de Epidemiología y otros expertos, han desarrollado un trabajo para determinar la prevalencia, la carga económica y el impacto social de la depresión resistente al tratamiento (DRT).
Según estos datos, publicados en la revista científica ‘Journal of Affective Disorders’, la DRT tendría una incidencia en España media de 0,93/1.000 personas, lo que significa que cada año hay 44.000 personas nuevas que padecen esta forma de depresión.
El primer jueves de octubre se celebra el Día Europeo contra la Depresión, una fecha para poner el foco en una de las enfermedades mentales más frecuentes entre la población general. Dentro de las depresiones, existe un subgrupo de pacientes que no responde bien a los tratamientos habituales, y que sufren la denominada depresión resistente al tratamiento.
Según los datos de Global Data Exchange 2021, más de 270 millones de personas en el mundo sufrirían depresión, y de ellos 175 específicamente trastorno depresivo mayor (TDM), es decir, presentan síntomas depresivos diarios durante más de dos semanas tales como ánimo depresivo, disminución de interés, trastornos alimentarios y del sueño, sentimiento de culpa y pensamientos recurrentes de muerte o suicidio. En Europa, afectaría al 3,15 por ciento de la población total, más de 25 millones de personas y en España el TDM cuenta con una prevalencia del 4 por ciento.
Durante el primer año del diagnóstico hasta uno de cada seis pacientes tiene al menos dos cambios en el tratamiento
Los investigadores realizaron un estudio observacional a partir de la base de datos ‘Big Pac’ española, registros médicos electrónicos de centros de atención primaria, hospitales y ambulatorios específicos de salud mental del sistema sanitario público español y datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de costes sanitarios e incapacidades.
De esta manera, se analizó una muestra de 21.630 pacientes de más de 18 años (con una edad media de 53 años y un 67,2 por ciento mujeres) con trastorno depresivo mayor, de los cuales 3.559 cumplieron los criterios de depresión resistente al tratamiento (es decir, que durante el primer año fracasa la administración de 2 o más antidepresivos distintos, incluidos antipsicóticos como el litio, en periodos de tratamiento de al menos 90 días). La tasa de incidencia anual de la TRD en la población estudiada entre 2015-2017 es de 0,59, 1,02 y 1,18/1.000 personas-año respectivamente, estableciendo una media de 0,93/1.000.
En este estudio se ha estimado el impacto económico del trastorno depresivo mayor, estableciendo los costes medios totales por paciente en 4.147,9 euros, siendo más altos para los pacientes con depresión resistente al tratamiento (6.096 euros de media).
«Hemos establecido por primera vez el impacto económico de la enfermedad atendiendo a los costes directos, la pérdida de productividad y la discapacidad permanente, observando que la incidencia en España es similar a los datos recientes en otros países europeos y que la depresión resistente al tratamiento se asocia a un mayor consumo de recursos y costes más altos en comparación a los pacientes que sí responden», explica el director científico del CIBERSAM y coordinador del trabajo, Eduard Vieta.
Mayor mortalidad y suicidio
La depresión resistente al tratamiento se asocia con una peor calidad de vida, mayor comorbilidad, discapacidad social y ocupacional y peores resultados terapéuticos.
«Los resultados de nuestro estudio muestran que durante el primer año del diagnóstico hasta uno de cada seis pacientes tiene al menos dos cambios en el tratamiento, como indicación de TRD, y el uso de los recursos, los costes asociados a la enfermedad, sobre todo debidos a la pérdida de productividad ocupacional y la mortalidad (al asociarse a mayor tasas de comorbilidad y suicidio) fueron más altos en estas personas», indica el jefe de grupo del CIBERSAM en el Hospital del Mar de Barcelona, Víctor Pérez Sola.
Vieta incide que, hasta donde se conoce, esta es la primera publicación sobre la incidencia de la depresión resistente al tratamiento en España basada en datos de la vida real, por lo que «es crucial tanto para los médicos como los responsables de las políticas sanitarias contar con información actualizada sobre esta enfermedad en sus casos más complejos».