El apoyo familiar fundamental en la enfermedad mental

El deterioro de las relaciones sociales sigue pesando como una losa en aquellos que sufren una enfermedad mental. La inclusión de la familia en los programas psicoterapéuticos de estos pacientes es fundamental tanto para minimizar esa temida repercusión social como para optimizar la adherencia del paciente al tratamiento.

Reproches, aumento de la conflictividad familiar, claudicación en los cuidados… las consecuencias de carecer de conocimientos y estrategias para comprender y hacer frente a los síntomas de una persona con problemas mentales pueden acabar por convertir el entorno familiar en un foco más de la enfermedad. “Existen múltiples corrientes psicoterapéuticas desde las que desarrollar un abordaje familiar”, afirma Roser Font, psicóloga clínica de la Unidad de Salud Mental Nisa Casta.

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Cada vez más, el abordaje familiar se incluye como parte del tratamiento y de forma complementaria al tratamiento estándar basado en la medicación. “Los aspectos que suelen desarrollarse, ponen el acento en la búsqueda de soluciones prácticas a los problemas de la vida diaria y en la mejora de habilidades de comunicación, de tal manera que los miembros de la familia aprenden habilidades de afrontamiento que les ayudan a hacer frente a las dificultades asociadas a la convivencia y desarrollan patrones más positivos de interacción.

Cabe hacer hincapié en que conviene llevar a cabo este tipo de intervención en una fase media del tratamiento, cuando el paciente ya está estable sintomáticamente y puede desarrollarse un trabajo de tipo preventivo para futuras descompensaciones.

Se han descrito efectos beneficiosos no sólo en relación a la disminución del estrés en los miembros de la familia, sino también en relación a la propia evolución y curso de la enfermedad mental.

Las intervenciones psicosociales familiares, en comparación con el tratamiento estándar basado en la medicación, reducen significativamente las recaídas y las hospitalizaciones, mejoran la adherencia al tratamiento farmacológico y restablecen notablemente, a su vez, el funcionamiento social y laboral del paciente”.

Son frecuentes los denominados programas de “Respiro Familiar”. El objetivo de los programas de “Respiro Familiar” es aliviar la sobrecarga física, psíquica y emocional de los cuidadores de personas con trastorno mental grave, disminuyendo de este modo las posibilidades de conflictividad familiar y aumento del estrés en los cuidadores principales. Lo más habitual es que estos programas se desarrollen en formato de centro u hospital de día. El programa suele incluir actividades cuyo fin es adquirir hábitos de la vida saludable así como de autonomía personal, y al mismo tiempo proporciona al cuidador principal un espacio de tiempo liberado para atender otras responsabilidades sociales, laborales o familiares.

En otras ocasiones se programa un ingreso hospitalario como medida de intervención en crisis. Esta opción es válida cuando el nivel de conflictividad o estrés familiar es muy elevado y se precisa de una separación terapéutica para reequilibrar la dinámica relacional a nivel familiar.

El entorno familiar puede proporcionar a la persona que padece un trastorno mental grave (TMG) apoyo y motivación para afrontar sus obligaciones y dificultades diarias y, al mismo tiempo, la suficiente flexibilidad para que se adapte a los cambios. Existen algunas pautas en el trato con personas con TMG especialmente útiles en este cometido:

  • Tener un trato cálido y cercano.
  • No mostrarse excesivamente permisivo; la sobreprotección dificulta que el paciente alcance la máxima autonomía posible.
  • En ningún caso debe identificarse los comportamientos de alguien con TMG con pereza, vagancia o voluntad de incordiar.
  • Alabar sus logros.
  • Establecer límites en su conducta: no tolerar actitudes agresivas, manipulaciones o chantajes, pero siempre intentando no tener una actitud autoritaria.