Epilepsia, la enfermedad de las múltiples caras

Una crisis epiléptica tiene lugar cuando se produce una actividad eléctrica anormal en el cerebro causando un cambio involuntario de movimiento o función del cuerpo, de sensación, de la capacidad de estar alerta o de comportamiento.

La crisis puede durar desde unos segundos hasta varios minutos, e incluso en algunas crisis parciales pueden llegar a ser continuas, durando días, semanas o meses.

Hay múltiples y diferentes formas de epilepsia y las causas son diversas, pueden ser primarias, es decir, intrínsecas y que dependen del propio cerebro o secundarias a otro tipo de procesos como pueden ser traumatismos, tumores, hemorragias, derrames, infecciones, etc.

Según cifras aportadas por la Sociedad Española de Neurología (SEN), en España padecen epilepsia unas 400.000 personas y en el mundo, habría unos 40 millones de afectados.

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Los síntomas dependen del lugar en el cerebro en el cual ocurre la alteración de la actividad eléctrica.

Por lo tanto, el cuadro clínico varía dependiendo del tipo de síndrome epiléptico causante de las crisis. Un aspecto de sobras conocido es el de las crisis tónico-clónicas (también llamada de gran mal), son aquellas en las que el paciente pierde el sentido, cae, se pone rígido y tiene espasmos musculares con salivación y riesgo de mordedura de la lengua por la espasticidad de la mandíbula.

Otros síntomas de la epilepsia pueden ser desde mareos, hasta dificultad para hablar, sensación de desconexión con el entorno, convulsiones, rigidez muscular, etc. En las crisis parciales complejas, el paciente puede parecer confundido o aturdido pudiendo incluso no responder a preguntas ni a instrucciones sencillas.

No todas las crisis son tan evidentes, hay ataques muy leves (pequeño mal), los cuales apenas pueden ser percibidos por las personas de alrededor, siendo la única manifestación de la crisis epiléptica un parpadeo rápido o algunos segundos de mirada perdida con desconexión del entorno; a este tipo de crisis epilépticas se les denomina ausencias y son relativamente frecuentes durante la infancia.

 

Los pacientes epilépticos sufren a menudo cargas emocionales exageradas en comparación con la realidad de una enfermedad que controlada adecuadamente permite al individuo hacer una vida normal.

 

Diagnóstico y tratamiento de la epilepsia

El diagnóstico se realiza aparte de por la historia clínica y los antecedentes por pruebas que van desde la realización de un electroencefalograma hasta otras pruebas más sofisticadas como la resonancia magnética, el escáner o la magnetoencefalografía.

En algunos casos, las epilepsias de la infancia se curan en la pubertad y cuando la epilepsia se debe a una lesión y es eliminada quirúrgicamente, se reduce la intensidad y frecuencia o bien, en muchos casos, se cura el trastorno epiléptico.

En otros casos esto no es posible, ya sea porque no se ha encontrado ninguna causa o porque ésta no pueda ser eliminada, como es el caso de cicatrices, malformaciones en el cerebro o una predisposición genética.

 

En relación al tratamiento hemos de tener en cuenta como norma general que si la crisis dura más de 3 minutos es conveniente llamar a urgencias, y si los ataques convulsivos duran más de 5 minutos o se repiten tres veces en una hora deben recibir tratamiento urgente.

El objetivo siempre es la eliminación de los ataques mediante tratamiento farmacológico o quirúrgico llegado el caso.

En general dicen los expertos que de cada diez pacientes tratados con medicamentos: 6 logran control de la epilepsia; 2 presentarán algún tipo de mejoría notable y 2 no experimentarán mucha mejoría y ello puede ser debido a que la respuesta a los fármacos puede estar condicionada hasta en un 85% por factores genéticos.

La terapia «clásica» que se realiza en más del 90% de todos los enfermos epilépticos es a través del uso de antiepilépticos y gracias a ellos un 60% aproximadamente de los pacientes reducen de manera importante la frecuencia de las crisis y en más del 20% de los casos se consigue alguna mejoría. La neurocirugía paliativa o curativa estaría indicada solo cuando la epilepsia primaria es resistente a los medicamentos.

La epilepsia si está controlada parece no ser un problema durante el embarazo y la lactancia, a pesar de ser una época compleja que asocia a cambios hormonales evidentes.
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Los expertos aconsejan que las mujeres epilépticas para evitar problemas en el postparto y la lactancia descansen adecuadamente y a la hora de dar el pecho lo haga acostada.

La necesidad de superar la enfermedad, rechazos en la escuela, en el trabajo y en diversos grupos sociales, por los prejuicios de sus semejantes debido al desconocimiento de la epilepsia, así como desventajas en el día a día (en el deporte, a la hora de conducir, uso de maquinaria pesada, etc.) hacen que los pacientes tengan que sufrir a menudo cargas emocionales exageradas en comparación con la realidad de una enfermedad que controlada adecuadamente permite al individuo hacer una vida normal.

Por último, una dieta y reposo adecuados, la abstinencia de drogas y alcohol pueden disminuir la probabilidad de precipitar convulsiones en una persona que padece esta enfermedad.