El trastorno por déficit de atención, es decir por hiperactividad (TDAH) es un síndrome que viene caracterizado por tres factores fundamentales, la hiperactividad, la falta de atención y la impulsividad. Estas manifestaciones se puede producir de una forma aislada cada una de ellas o bien combinadas en el mismo individuo.
Este trastorno afecta aproximadamente al 5-15% de niños que se encuentran en edad escolar, aunque estas son cifras estimativas ya que no hay un diagnóstico uniforme y evidente por parte del clínico muchas veces provocado por la aplicación incorrecta de los criterios que aparecen en el DSM-IV-TR ( Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders).
El cuadro clínico suele dar comienzo antes de los 4 años de edad y en la mayoría de los casos antes de los 7 y el diagnóstico se suele producir entre los 8 y los 10 años, una vez que los padres y el colegio detectan síntomas coincidentes con este proceso (Falta de atención, hiperactividad e impulsividad).
En cuanto a la influencia del sexo en este proceso, parece ser que el cuadro en el que predomina la hiperactividad e impulsividad es más frecuente en varones, mientras que aquel en el que lo que es más evidente es la falta de atención, se produce en ambos géneros por igual.
En cuanto a las causas, estas no están claras, se achaca a factores hereditarios, a eventos producidos durante el parto como bajo peso al nacer, traumatismo craneoencefálico en el canal del parto, exposición prenatal al plomo, tabaco, alcohol, cocaína… En cualquier caso parece que hay alguna anomalía o alteración en el sistema dopaminérgico y noradrenérgico.
La consecuencia de este síndrome es la dificultad de aprendizaje, lo que hace que el niño sufra retraso escolar, inadaptación, falta de comunicación, dificultad relacional, situaciones de estrés que pueden verse acompañadas de sensaciones de ansiedad y angustia tanto por parte del niño como especialmente por parte de los padres que suelen vivir con gran preocupación la evolución de su hijo. Por ello es muy importante que ante cualquier asomo de duda, se pongan inmediatamente en contacto con su médico.
Los niños afectados suelen tener síntomas acompañantes como movimiento continuo de las piernas, ausencia de persistencia motora que se traduce en movimiento sin objetivo aparente, habla impulsiva, dificultad para jugar de forma silenciosa, respuestas antes de terminar la pregunta, dificultad para esperar turno, interrupciones a los demás (irrupción en conversaciones o juegos), falta de conciencia de su entorno.
El profesional debe tener en cuenta y apreciar si el niño se distrae por factores externos (ambientales) o bien es debido a factores internos como pensamiento, fenómenos de ansiedad, preocupaciones, etc… por ello es fundamental realizar una buena evaluación del niño y de sus circunstancias vitales, relacionales y educacionales.
Con frecuencia, los niños difíciles son clasificados incorrectamente como niños que sufren de trastorno de hiperactividad con déficit de atención y, por otro lado, muchos niños que verdaderamente sí lo tienen permanecen sin diagnóstico. En cualquiera de los casos, a menudo se pasan por alto las dificultades relacionadas con el aprendizaje o los problemas de estado de ánimo. La Academia Estadounidense de Pediatría (American Academy of Pediatrics, AAP) ha publicado las pautas de diagnóstico para facilitar la tarea del profesional.
El tratamiento del trastorno de hiperactividad con déficit de atención (THDA) supone una estrecha colaboración entre el médico, los padres o tutores y el niño comenzando por técnicas conductistas y de comportamiento y continuando si estas medidas fallan con el tratamiento médico correspondiente, siempre teniendo en cuenta que una combinación de terapia farmacológica, psicoterapia conductista e intervenciones educacionales es como mejores resultados se obtienen y como el niño evoluciona mejor.