La sopa primitiva o caldo primigenio es el punto central de la hipótesis de Oparin, la teoría más aceptada sobre la creación de la vida en nuestro planeta.
El concepto se debe al biólogo ruso Aleksandr Oparin.
En 1924 postuló esta hipótesis, centrada en la sopa primitiva, de que el origen de la vida en la Tierra se debe a la evolución química gradual a partir de moléculas basadas en el carbono, todo ello de manera abiótica.
Como aclaración, decir que en el ámbito de la biología y la ecología, el término abiótico se refiere a aquello que no es biótico, es decir, que no forma parte o no es producto de los seres vivos, como los factores inertes: climático, geológico o geográfico, presentes en el medio ambiente y que afectan a los ecosistemas.
Por lo que Aleksandr Oparin se refería a que el “chup chup” que le dio el toque final a los ingredientes que había en el caldo – carbono, nitrógeno e hidrógeno mayoritariamente- fueron los rayos ultravioletas y energía eléctrica.
El resultado es que se generarían unas estructuras simples de ARN, material que sigue hoy en día presente en nuestras células y es necesario para que su “hermano” famoso, el ADN, pueda actuar.
Descubriendo el ADN. Nuestra verdadera identidad
El ADN es una secuencia de aproximadamente tres mil millones de moléculas (nucleótidos), y ahí es donde están, de forma codificada, todas las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos.
Humano y chimpancé comparten el 99% del ADN
¿Cómo es posible que ese tan pequeño 1% nos haga tan diferentes?
La teoría de Oparin y su sopa primitiva a prueba
Lo más curioso, aunque no exento de críticas, es que se ha logrado en laboratorio la formación de moléculas orgánicas. A partir de la recreación de las condiciones de aquella sopa primitiva por parte de Stanley Miller, científico de la Universidad que Chicago, que en 1953 introdujo agua, metano, amoníaco e hidrógeno en un recipiente de vidrio para simular las supuestas condiciones de la Tierra primitiva.
La mezcla fue expuesta a descargas eléctricas y, una semana después, una cromatografía en papel mostró que se habían formado varios aminoácidos y otras moléculas orgánicas.