La Esclerosis Múltiple es una enfermedad inflamatoria autoinmune y crónica, de causa desconocida, que afecta al sistema nervioso central y cursa con brotes o recaídas. Solo en España hay más de 50.000 personas afectadas y se ha convertido ya en la segunda causa de discapacidad en adultos jóvenes (solo superada por los accidentes de tráfico). Se diagnostica entre los 20 y 40 años de edad, principalmente a mujeres.
“El diagnóstico de la Esclerosis Múltiple se hace generalmente en la etapa fértil de la vida de la mujer, por lo que el embarazo es un aspecto fundamental que debemos abordar y manejar”, ha afirmado la doctora Virginia Meca, coordinadora de la Unidad de Esclerosis Múltiple del Hospital Universitario de La Princesa (Madrid), durante el Foro EMotion, un encuentro organizado por la compañía de ciencia y tecnología Merck que ha reunido en Madrid a especialistas en el manejo de esta enfermedad de todo el país.
Es habitual que estas pacientes se planteen si algún día podrán ser madres o si el tratamiento interferirá en la gestación y tendrán que abandonarlo, exponiéndose a posibles recaídas.
La realidad es que el embarazo puede ser un factor protector para algunas mujeres con EM, aunque no necesariamente exime de actividad subclínica. Así, algunas pacientes de riesgo, principalmente aquellas con mayor grado de actividad previa, no están exentas de padecer una recaída durante esta etapa. Además, la doctora Meca ha aludido también al “riesgo que supone para una paciente con Esclerosis Múltiple la retirada de su tratamiento en el momento que desea quedarse embarazada, debido a que la mayor parte de los tratamientos no son compatibles con el embarazo”. Por último, en la etapa de postparto la probabilidad de tener un brote se incrementa considerablemente.
En este sentido, la experta señala que los últimos avances contra la enfermedad han modificado de forma radical el manejo de las pacientes en ese momento de su vida. “Actualmente se dispone de evidencia suficiente para poder usar determinados fármacos en el embarazo y la lactancia, algo que supone todo un avance para las pacientes, disminuyendo el riesgo de brotes y discapacidad y con un perfil de seguridad elevado para el feto y neonato”.
Neurofilamentos como biomarcadores en EM
El estudio de los neurofilamentos (proteínas estructurales esenciales en las células del sistema nervioso o neuronas) está planteando muchas ventajas en el terreno de las enfermedades neurodegenerativas. Por ello, este asunto también fue tratado durante el Foro EMotion 2020.
“Cuando se destruye la neurona, los neurofilamentos se descomponen en fracciones (cadenas pesadas y ligeras) que son detectables en el líquido cefalorraquídeo, desde donde salen en muy pequeñas cantidades también a la sangre”, ha explicado el doctor Alfredo Rodríguez-Antigüedad, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Cruces (Bizkaia). “El incremento de los niveles de cadenas ligeras de neurofilamentos en el líquido cefalorraquídeo y en la sangre se relaciona, por tanto, con la destrucción axonal. Es decir, con la neurodegeneración, un proceso crónico e irreversible dada la prácticamente nula capacidad de las neuronas para regenerarse”. Detectar esta neurodegeneración de forma precoz resulta imprescindible, ya que se trata de la principal causa de discapacidad física y cognitiva asociada a la esclerosis múltiple”
El doctor Rodríguez-Antigüedad ha señalado que “recientemente se ha desarrollado una técnica ultrasensible y cuantitativa que ha abierto la posibilidad de monitorizar el daño de los axones y sus correspondientes neuronas mediante un sencillo análisis de sangre”. Esto plantea una gran ventaja: mientras que la obtención de muestras de líquido cefalorraquídeo para el estudio de los neurofilamentos no puede realizarse de manera continua debido a los riesgos e incomodidades que conlleva, sí se pueden realizar determinaciones en sangre sistemáticamente. Por otro lado, supone una diferencia considerable respecto a la resonancia magnética, la técnica diagnóstica utilizada actualmente y cuyo valor para monitorizar el componente neurodegenerativo de la enfermedad es más limitado, además de que no suele realizarse en la práctica clínica de manera frecuente.
El estudio de los neurofilamentos todavía no se está utilizando en la asistencia clínica, pero ya se prevé que ayudaría a identificar brotes subclínicos (es decir, cuando existe una lesión neurológica que no se ha expresado a través de un síntoma), la respuesta terapéutica a un tratamiento para la EM y la progresión de la neurodegeneración.
“Los nuevos tratamientos y técnicas diagnósticas que nos permitirán adelantarnos a la enfermedad son la mejor prueba de que estamos trabajando en la dirección adecuada para normalizar la vida de los pacientes y reducir la huella de la enfermedad en su día a día”, ha afirmado la doctora Isabel Sánchez Magro, directora Médico de Merck.