Las personas con demencia y quienes las cuidan deben ser examinadas para detectar soledad, de modo que los proveedores puedan encontrar formas de mantenerlos conectados socialmente, según expertos de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) y de la Universidad de Harvard (Estados Unidos), quienes hicieron las recomendaciones después de descubrir que ambos grupos experimentaron disminuciones en su bienestar social a medida que avanzaba la enfermedad.
El estudio, que aparece en ‘The Gerontologist’ incluyó información de dos docenas de pacientes con demencia, principalmente hombres, y cuatro docenas de cuidadores, en su mayoría mujeres, algunos de los cuales recientemente perdieron a su ser querido.
Los pacientes, cuya edad promedio en el estudio fue de 80 años, habían perdido sus redes sociales porque sus recuerdos fallidos dificultaban la conversación y sus familiares y amigos se sentían incómodos. Los cuidadores, cuya edad promedio era 67 años e incluía cónyuges, hijos adultos y otras personas, quedaron aislados a medida que aumentaban sus responsabilidades. También lamentaron la pérdida de sus relaciones con los pacientes cuando esas relaciones eran buenas.
«Las necesidades sociales insatisfechas impactan negativamente la calidad de vida y eso puede conducir a resultados de salud como depresión y enfermedades cardiovasculares, así como a un alto uso de la atención médica y a una muerte prematura», relata Ashwin Kotwal, profesor asistente de medicina en la División de Geriatría de la UCSF y primer autor del estudio.
Según el mismo, además, investigaciones anteriores ya señalaban que los adultos mayores con niveles más altos de aislamiento social tienen más del doble de probabilidades de ser internados en un hogar de ancianos.
Por su parte, Krista Harrison, de la División de Geriatría de la UCSF y también autora del estudio añade que «participar en grupos de apoyo, en los que los pacientes y sus cuidadores pueden reunirse por separado, puede ser un lugar para socializar y obtener consejos. Investigaciones anteriores muestran que se pueden disfrutar actividades significativas a medida que avanza la enfermedad. Puede haber formas sencillas de adaptar las actividades, como cambiar la asistencia de un lugar de culto a participar en un servicio por Zoom con una pequeña reunión en casa».
El trabajo puso particularmente el foco en parejas casadas, en las que uno de los miembros tenía demencia. Los investigadores encontraron que las parejas de personas con demencia que estaban muy satisfechas con sus relaciones experimentaban más soledad que antes. Pero aquellos que tenían relaciones de mala calidad no se vieron afectados por la demencia de su pareja, a pesar de tener tasas más altas de depresión y soledad en general.
«Las personas que realmente invierten en su matrimonio o pareja tienen más que perder cuando uno de los miembros de la pareja desarrolla demencia», concluye Kotwal.
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