Un nuevo estudio revela que un programa personalizado de ejercicio y entrenamiento podría mejorar la condición física y salud general de muchas personas con enfermedades neuromusculares, que se enfrentan a un futuro sin cura. El estudio, una iniciativa de la Universidad de Ámsterdam (Países Bajos) se publica en ‘Neurology‘, la revista médica de la Academia Americana de Neurología.
El estudio examinó a personas con una variedad de enfermedades neuromusculares que causan debilidad y pérdida muscular, incluidas distrofias musculares, síndrome pospolio, una afección que aparece décadas después de una infección de polio, y enfermedad de Charcot-Marie-Tooth, que afecta los nervios de los brazos y las piernas.
«La inactividad física es común entre las personas con enfermedades neuromusculares, a menudo debido a síntomas como debilidad muscular, fatiga y dolor», apunta el autor del estudio, el doctor Eric Voorn, del Centro Médico de la Universidad de Ámsterdam. «Nuestro estudio reveló que el ejercicio aeróbico personalizado en casa, combinado con entrenamiento, es una forma segura y eficaz de mejorar la condición física en personas con estas enfermedades».
En el estudio participaron 91 personas con una edad promedio de 64 años que fueron seguidas durante 18 meses. Se dividieron en dos grupos: 44 personas que se sometieron al programa de ejercicio y entrenamiento de seis meses y 47 personas que simplemente continuaron con la atención habitual para su enfermedad y sus actividades habituales.
Los participantes del programa de ejercicios completaron sus entrenamientos en casa usando una bicicleta estática. La mayoría de los entrenamientos se realizaron a baja intensidad y algunos a alta intensidad con la ayuda de fisioterapeutas mediante sesiones presenciales y telefónicas. Además del ejercicio, recibieron coaching para mantenerse motivados y activos, incluyendo el establecimiento de objetivos y retroalimentación sobre la actividad diaria, con el fin de facilitar la integración de la actividad física en la vida diaria.
Todos los participantes completaron una prueba de ejercicio de máximo esfuerzo hasta el agotamiento en cuatro momentos para medir su condición física: al inicio del estudio; inmediatamente después del programa de ejercicios; seis meses después de finalizar el programa; y nuevamente un año después de finalizar el programa. La condición física se determinó según la cantidad de oxígeno que sus cuerpos utilizaron durante el ejercicio de máximo esfuerzo. Un nivel más alto de oxígeno refleja una mejor condición física. Los participantes usaron máscaras que miden el flujo de aire durante la respiración para determinar sus niveles de oxígeno.
Los investigadores descubrieron que, inmediatamente después del programa de ejercicios, el grupo que realizó ejercicio presentó niveles promedio de oxígeno 2,2 ml/min/kg más altos que el grupo que recibió atención habitual. Esto demuestra que las personas del grupo que realizó ejercicio experimentaron un aumento de aproximadamente el 10 % en su condición física.
Un año después del programa, el grupo de ejercicio tuvo niveles promedio de 23,9 ml/min/kg respectivamente, en comparación con 20,9 ml/min/kg respectivamente en el grupo de atención habitual. Durante todo el estudio, el grupo de ejercicio tuvo niveles promedio de oxígeno 1,7 ml/min/kg más altos que el grupo de atención habitual. El número de eventos adversos, como caídas o dolor, fue similar en ambos grupos. El grupo de ejercicio experimentó 22 eventos adversos, en comparación con los 25 del grupo de atención habitual.
«Las investigaciones futuras deberían analizar cómo los cambios en la condición física afectan la capacidad de las personas con enfermedades neuromusculares para realizar sus actividades cotidianas», asegura Voorn. «También deberían buscar maneras de motivar a las personas a seguir haciendo ejercicio regularmente en su vida diaria para asegurar que se mantengan los beneficios de los tratamientos a largo plazo».
Una limitación del estudio fue que la pandemia de COVID-19 provocó cambios en la actividad física de los participantes debido al cierre de gimnasios e instalaciones deportivas. El estudio fue financiado por el Prinses Beatrix Spierfonds.
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