La enfermedad mental, un problema en auge

Un nuevo informe de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) pone en evidencia y enfatiza lo que ya la Organización Mundial de la Salud (OMS) había apuntado allá por el año 2005, “una de cada cuatro personas padece alguna enfermedad mental a lo largo de su vida, lo que supone unos 450 millones de afectados”.

Hoy este informe recién presentado lo corrobora “alrededor del 30% al 40% del total de número de casos de enfermedad y discapacidad en los países de la OCDE están relacionados con problemas de salud mental y el coste total de estos procesos se sitúa en alrededor de 3,5% del PIB en Europa”.

Ante esta cifra podemos afirmar que los gastos generados por estos trastornos son muy elevados puesto que entre otros factores a tener en cuenta conllevan que los individuos con trastornos de ansiedad y depresión en un grado leve o moderado tienen el doble de probabilidades de perder su empleo, además de presentar un riesgo más elevado de vivir en la pobreza, la exclusión social y la marginación según apunta el informe “Fit Mind, Fit Job: From Evidence to Practice in Mental Health and Work”.

“Los problemas relacionados con la salud mental cobran su alto precio a las personas que los padecen, a sus familias, a los empleadores y a la economía en su conjunto», ha afirmado el Secretario General de la OCDE, Ángel Gurría, durante la presentación del informe en La Haya. «Los legisladores han sido demasiado lentos en actuar. Se necesita un liderazgo político sólido y evidente para impulsar una reforma necesaria y hacer frente a este grave problema sociosanitario».

“Los problemas relacionados con la salud mental cobran su alto precio a las personas que los padecen, a sus familias, a los empleadores y a la economía en su conjunto»

El problema en muchas ocasiones es que las enfermedades mentales son procesos estigmatizados por la sociedad en general, lo que lleva a que haya un periodo de tiempo a veces prolongado entre la aparición de los primeros síntomas y la primera consulta con el médico o el especialista. La intervención temprana es crítica, apunta el informe, sin embargo, en la práctica, puede haber una demora de más de diez años entre la aparición de la enfermedad y el primer tratamiento impuesto en la mayoría de los países del contexto geográfico europeo.

Esta situación no deja de ser preocupante, afirma la OCDE, ya que las tasas menores de tratamiento son más elevadas entre los jóvenes y los tiempos de espera para el asesoramiento son más largas, por ello cualquier acción tomada en el entorno escolar o en el propio lugar de trabajo tendrá un impacto mejor y más duradero que el hecho de esperar a que la persona termine abandonando la educación o el propio mercado de trabajo debido a su condición de salud. De hecho, la permanencia en la escuela o en el trabajo puede ser también una parte importante de la solución del problema si se proporciona el apoyo adecuado al individuo.

Detección precoz

Los colegios que invierten en programas de salud mental y disponen de profesionales con formación psicológica adecuada caminan en el sentido correcto para tratar de paliar y solucionar este acuciante problema. En otro entorno como el sanitario, los tiempos de espera en los servicios de salud para niños y adolescentes deben ser lo más cortos posible ya que la falta de adecuación entre las necesidades de las personas que sufren una enfermedad mental y los servicios que les prestan atención sociosanitaria, asesoría de salud y tratamiento médico es uno de los mayores problemas, según el informe.

Las políticas que vayan en la dirección de generar y crear de un sistema integrado, con una visión global, de 360º del problema sin duda que aportaría resultados mejores, más eficaces y más eficientes.

En los diferentes países del marco de la OCDE se han dado pequeños pasos hacia una prestación integrada de servicios de salud y de empleo, pero no ha habido una estrategia y dirección claras. No cabe ninguna duda que un mejor control y seguimiento de las políticas y los resultados obtenidos con las medidas interpuestas en cada caso, permitirían a los responsables políticos evaluar el impacto de estos procesos de una forma más efectiva.

Los profesores, los empleadores del ámbito que sea, los médicos generales, los trabajadores sociales y el personal de los servicios de empleo deberían ser los profesionales más indicados para identificar a las personas con problemas de salud mental en una fase precoz. Pero para que esto sea una realidad, necesitan sin duda alguna recibir formación específica que les oriente, así como disponer de procesos claros que les permitan acceder de una forma inmediata a los servicios de ayuda que ofrecen especialistas y expertos en salud mental.

En definitiva y aunque en la mayoría de los países, existen directrices y reglamentos al respecto, estos tienen un escaso impacto, por ello se precisa un mayor liderazgo a nivel político y de gestión que haga más eficiente el uso de todos los recursos disponibles utilizados de una forma sinérgica y coordinada en beneficio del paciente y sus familias.


El informe completo, aquí.

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